Donde Duerme la Luz: Un Niño, un Holograma y el Último Refugio de la Humanidad
TIERRA PROMETIDA
No fue una guerra. Ni una explosión. Ni siquiera una señal.
El mundo no terminó en un estallido. Se deshizo lentamente. Como si olvidara cómo ser mundo.
Primero fue el cielo, que dejó de cambiar de color. El azul se oxidó en un gris permanente, sin amaneceres, sin atardeceres.
Después fue la lluvia, que cayó espesa, agria, sucia como aceite viejo. Ya no limpiaba. Solo corroía.
EL SILENCIO DE LAS PALABRAS
Luego, las palabras. Las grandes, las pequeñas. Las de amor, las de rabia. Dejaron de tener sentido. Como si el lenguaje también hubiese olvidado cómo tocar el corazón de las cosas.
Los gobiernos no cayeron… se apagaron. Uno por uno. Como bombillas viejas al final de un pasillo abandonado.
Solo quedó la suerte. O la selección.
A los que lo tenían todo, se les ofreció un pasaje. Un futuro en cápsulas de acero, selladas con promesas tecnológicas. El último sueño de civilización: El Arca.
LAS ALAS DE PAPÁ (ESCENA 1)
El cielo estaba manchado. No de nubes, sino de cicatrices verdes. Gas. Química. Como si el planeta llorara veneno.
Luca se aferraba al brazo de su padre. Ambos parados sobre una colina yerma donde, años atrás, los niños reían. Donde antes hubo columpios y helados y domingos soleados.
Ahora solo quedaba tierra reseca y el olor del metal quemado.
A lo lejos, El Arca se alzaba. No parecía una nave. Parecía una catedral de los dioses nuevos: fría, azul, perfecta, indiferente.
LAS ALAS DE PAPÁ (ESCENA 1 - CONTINUACIÓN)
—¿Están todos ahí dentro? —preguntó Luca. Su voz temblaba como los binoculares oxidados en sus manos sucias.
—Los que tenían pase —respondió su padre. Sin parpadear. Sin emoción.
—¿Y mamá?
Silencio. Largo. Espeso como ceniza.
—¿Mamá también tenía pase? —insistió.
—No todos pueden volar, hijo —dijo por fin, con esa voz rota de quien ya no tiene nada que prometer—. Algunos nacimos para cuidar lo que queda.
EL ATAQUE (ESCENA 2)
Horas después, en el refugio, el eco del despegue aún vivía en las paredes. El refugio era un túnel subterráneo. Un intestino de concreto reforzado con metal oxidado.
Estaban comiendo lo último: frijoles negros de lata y una galleta blanda, mojada por la humedad.
Entonces llegó el sonido. Un golpe seco. Allá arriba. Otro. Un chillido. Y después… risa.
El padre se levantó. Tomó su vara de hierro.
—Corre al fondo. No salgas hasta que te diga.
LA PRIMERA NOCHE (ESCENA 3)
El padre se arrodilló frente a Luca. Le temblaban las manos. Sus ojos ya no enfocaban bien.
—Tienes… que irte… —Al Edificio Blanco… al norte… —Camina. No te detengas. Si ves las torres caídas, estás cerca…
Sacó de su chaqueta un chip rectangular. Brillaba. Un relicario moderno. Lo colocó en la mano de Luca, junto a un guante de cuero gastado. Y una sonrisa. Pequeña. Real.
—Tu madre… estará contigo. Aquí.
Señaló su pecho.
—¿Y tú?
El padre lo miró por última vez.
—Yo… ya volé.
JARDINES DEL OLVIDO (ESCENAS 1-2)
El aire olía a óxido, a tierra mojada… y a algo más. Algo dulce, empalagoso. Como fruta pudriéndose bajo un sol que ya no salía.
Luca caminaba solo por lo que alguna vez fue una autopista. Ahora era un tapiz de vidrios rotos, raíces deformes y esqueletos de autos vencidos por el musgo radiactivo.
Psst… —Un silbido entre los árboles. Como un secreto olvidado.
—Te escucho, mamá —susurró Luca, alzando la vista hacia un cielo sin nubes y sin respuestas.
Abrió su mochila. Dentro: Un bote de gusanos blancos que se movían lento. Una botella con agua marrón. Botones sin par, una pila gastada, una cuerda a medio romper.
JARDINES DEL OLVIDO (ESCENAS 3-6)
El camino lo llevó a un claro entre ruinas. Y allí, como un milagro enfermo, apareció lo inesperado: Un jardín. Gigantescas flores fosforescentes crecían entre los escombros, iluminadas desde adentro por una luz verde pálida.
—¿Estás viendo esto, mamá? —preguntó, tocando el chip con los dedos sucios.
Entonces, una voz suave emergió del dispositivo: —Pronto estarás seguro…
Al caer la tarde, entre la bruma, lo vio: Un perro metálico. Viejo. Oxidado. Con placas sueltas y una oreja colgando como una hoja seca. Los ojos eran linternas apagadas.
—Hola —dijo Luca, bajando la voz—. ¿Eres de los buenos?
El perro ladeó la cabeza. Y se sentó.
AMIGO EN EL HUMO (ESCENAS 1-4)
El humo no se iba. Flotaba a ras del suelo como si protegiera algo. Luca caminaba con pasos lentos. A su lado, avanzaba Toby. Sus patas metálicas hacían un sonido desigual: tik-tak… tik… tak-tak…
Encontraron refugio en un camión volcado. Luca colocó dos chapas oxidadas como platos. En uno, gusanos secos. En el otro, tornillos.
—Tienes que comer, Toby —dijo, empujando su "plato" metálico hacia él.
Esa noche, Luca sacó una hoja doblada muchas veces: —"Había una vez… un niño que caminaba solo por el mundo. No tenía mamá, ni papá, ni perro. Pero tenía un secreto: podía volar cuando nadie lo miraba."
CANCIÓN PARA DOS SOMBRAS (ESCENAS 5-6)
Luca cantó: "Donde duerme la luz es donde voy, cuando el mundo se rompe y ya no hay hoy..."
Toby no se movió. Pero… sonó. Un zumbido tenue, como si su pecho acompañara la melodía con su propia vibración.
—Lo sabías, ¿no? Mamá me la enseñó. A veces creo que ya no la recuerdo… Pero la canción la recuerda por mí.
Al amanecer, mientras Luca aún dormía, los ojos de Toby parpadearon. Solo una vez.
EL EDIFICIO BLANCO
Al amanecer, entre la niebla tóxica, Luca divisó las torres caídas. Estaba cerca.
El chip en su cuello brilló con intensidad. Por primera vez, la voz de su madre sonó clara:
—Siempre supe que llegarías, mi cielo.
Toby, con su luz intermitente y su alma a medio encender, presionó su cabeza fría contra la mano de Luca. Como diciendo: "Seguimos".
Y Luca caminó hacia lo que quedaba del Edificio Blanco. No sabía qué encontraría. Solo sabía que ya no estaba solo.
FIESTA EN EL CIELO (ESCENA 1)
El día amaneció gris, pesado, inmóvil. El tipo de cielo que no mira hacia abajo.
Luca despertó con los dedos entumecidos y la espalda como si hubiera dormido sobre piedras. El camión abandonado crujía con cada respiración del viento.
Rebuscó en su mochila y sacó un trozo de tela raída, roja, apagada por el tiempo y el polvo. Con cuidado, lo ató a un palo oxidado que alguna vez fue parte de una antena.
—Es nuestra bandera —dijo en voz baja—. La bandera de hoy.
INVITADOS INVISIBLES (ESCENAS 2-3)
—¡Toby, ven aquí! Hoy es fiesta. Toby se acercó obediente, con su andar torpe de engranajes cansados.
Luca colgó un dron roto de un árbol: —Este es el Señor Alcalde —dijo, sonriendo—. Es un buen tipo.
Encendió una radio vieja. Al principio, solo estática. Luego… una voz. No del todo humana. Fragmentos de una melodía olvidada.
—Es nuestra banda sonora —murmuró—. ¿No es hermosa?
Y sin pensarlo… bailó. Movía los brazos, giraba en círculos, reía bajo. Riendo como si aún existieran los cumpleaños.
PASTEL DE LODO (ESCENAS 4-6)
Luca tomó un poco de barro húmedo y se lo llevó a la boca. —¿Quieres probar, Toby? —Toby solo ladeó la cabeza.
—Está delicioso —dijo Luca con una sonrisa exagerada—. Mejor que cualquier pastel de antes.
Alzó una lata vacía: —Por nosotros. Por los que se fueron… Y por los que todavía estamos aquí.
Cuando la radio se apagó, se recostó: —No estoy solo —susurró—. No estoy solo.
La vela se apagó sola, como si alguien —desde muy lejos— hubiera soplado con suavidad.
EL GRAN EDIFICIO BLANCO (ESCENA 1)
Apareció como una herida en el horizonte. El Gran Edificio Blanco se alzaba entre ruinas y neblina.
No tenía ventanas, solo placas de concreto pulido que temblaban con la luz enferma del cielo. Parecía… resistir.
La puerta metálica cedió con un chirrido largo, casi humano. Y el edificio se tragó a Luca.
LOS CUERPOS CONGELADOS (ESCENAS 2-3)
Cientos de cuerpos. Sentados en sillas, apoyados contra muros. No eran cadáveres. No del todo.
—¿Por qué no se despiertan? —murmuró Luca. Pero nadie respondió.
Organizó una cena imaginaria: —Se ve deliciosa, señora —le decía a una figura con sombrero de hospital.
El holograma de su madre emergió del chip: —Pronto estarás seguro —repetía—. Aquí siempre estaré.
LAS FRASES ROTAS (ESCENA 4)
A veces, cuando insistía demasiado, la imagen titilaba. Y durante un instante… la mujer que aparecía no era su madre.
Tenía los mismos rasgos. Pero los ojos eran más oscuros. La boca estaba cerrada. Y su rostro… no mostraba amor, sino vigilancia.
—¿Quién eres…? —murmuraba. Pero entonces, la imagen regresaba a su madre, como si nada hubiera pasado.
El Edificio parecía oír todo. Respirar con los cuerpos. Latir con las luces.
BANQUETE DE LOS FANTASMAS (ESCENAS 1-2)
Luca decidió celebrar. Tal vez porque fingir una fiesta era mejor que admitir la muerte.
—Será el banquete más grande de todos —susurró, apilando hojas secas y retazos de tela.
Caminó entre los cuerpos inmóviles: —Tú eres el señor Martín, ¿no? El de los chistes malos.
Los miraba uno por uno, como si esperara que alguno respondiera. Inventaba risas. Escuchaba diálogos que solo vivían en su mente.
EL JUEGO MACABRO (ESCENAS 3-5)
Frente a él… un esqueleto infantil. Tenía ropa parecida a la suya. Una camiseta rota con el dibujo desteñido de un animal.
—No… no eres real —dijo—. Tú no puedes ser yo.
Volvió a la mesa. Sirvió nuevas porciones imaginarias. Cantó una canción inventada.
—Un día… esto será diferente —dijo sin fuerza—. Un día… despertaré.
Cerró los ojos. Y dejó que la noche lo envolviera, como una manta sin textura.
LAS PALABRAS PODRIDAS (ESCENA 1)
El chip colgaba sobre el pecho de Luca, tan frío como un diente sin raíz. La luz azul que proyectaba a su madre parpadeaba con violencia.
Por un instante apareció otro rostro: una mujer seria, con ojos clínicos que miraban directo a él. Luego, desapareció.
—¿Quién eres? —susurró Luca, tocando el chip. Las palabras del holograma ahora sonaban vacías. Podridas.
LA MENTE QUE SE QUIEBRA (ESCENAS 2-3)
Luca golpeó la pared hasta sangrar. —¡Despierten! —gritó a los cadáveres. Las manchas de sangre parecían flores en el desierto blanco.
Se arrodilló frente al reloj solar pintado en el piso. —¿Por qué no cambia? —La sombra permanecía inmóvil. El tiempo no avanzaba.
El llanto cayó sin sonido. Luego vino el grito: —¡NO QUIERO ESTAR SOLO! —El eco respondió, desgastado.
LA ÚLTIMA SEÑAL (ESCENAS 4-5)
Una luciérnaga apareció. Viva. Temblorosa. Luca extendió la mano: —Tú no deberías estar aquí.
La siguió hasta que desapareció en un pasillo. —Quizás no todo está perdido —susurró con voz rota.
LOS QUE NO DUERMEN (ESCENAS 1-2)
El Gran Edificio Blanco parecía flotar en la neblina. Luca entró por la puerta que cedió sin resistencia.
El aire olía a seco, artificial. Luces azules parpadeaban en el techo. Había polvo... y huellas.
LOS DORMIDOS (ESCENAS 3-5)
Cientos de cuerpos. Sentados en sillas. No muertos, pero tampoco vivos. —¿Se quedaron dormidos esperándome? —susurró Luca.
Organizó una cena imaginaria. Sirvió agua en tazas vacías. El holograma de su madre repetía: —Pronto estarás seguro...
SANTUARIO (ESCENAS 6-8)
Algo no encajaba. Las figuras se desplomaban lentamente. La voz del chip titubeaba. Un zumbido constante venía del techo.
Luca encontró una habitación circular. —Estoy en casa, mamá —dijo al acostarse. Tarareó una canción hasta dormirse.
LÍA Y EL ECO (ESCENAS 1-2)
Luca encontró una radio rota que murmuraba: —...no estás solo... —¿Hola...? —susurró. La estática respondió.
Cada mañana hablaba con ella: —Buenos días, Lía. —La voz repetía tres frases, pero Luca escuchaba conversaciones completas.
LA CANCIÓN DE LÍA (ESCENAS 3-5)
Inventó una canción para Lía: "Las paredes tienen sueños, y los cables cuentan más..." La voz de la radio era su punto de calor en el edificio frío.
—¿Tú también viste a los dormidos? —preguntaba. La radio chasqueaba. Luca lo tomaba como risa y reía con ella.
LA VERDAD SOBRE LÍA (ESCENAS 6-7)
Encontró otra radio destruida. Escuchó el mensaje... pero provenía de su propio pecho. —Gracias por seguir aquí, Lía —susurró, entendiendo sin entender.
LA PRIMERA GRIETA (ESCENAS 1-2)
Luca abrazó a Toby demasiado fuerte. CRAC. El perro se partió en dos, revelando huesos infantiles en su interior. —No... no... no...
Arrojó el chip contra la pared: —¡NO ERES REAL! —Las chispas iluminaron su rostro demacrado en el charco negro.
EL REFLEJO (ESCENAS 3-4)
Vio su reflejo: ojos hundidos, piel grisácea. —¿Quién... soy? —Tocó su cara sin reconocerla. El holograma roto repetía: —Pronto... estarás seguro...
Una grieta se abría en su mente. Crack por crack. —¿Y si todo esto fue para que no recordara?
CANCIÓN PARA LOS NADIE (ESCENAS 1-2)
—Hoy es mi cumpleaños. O eso creo —dijo Luca, moviendo cuerpos dormidos como títeres. Sentó a un hombre con chaqueta de seguridad: —Usted será el Señor Alcalde.
Moldeó un pastel de lodo con forma de corazón. Clavó cinco velas-huesos y las encendió susurrando: —Por mamá. Por papá. Por Toby. Por Lía. Y por mí.
LA CANCIÓN (ESCENAS 3-4)
Cantó con voz quebrada: "Los nadie sueñan en sillas de fuego, miran el techo, no saben por qué..." Sopló las velas. Una se quebró: —La vela rebelde… es Lía.
Jugó a esconderse corriendo por pasillos hasta tropezar con un cuerpo diminuto. Ropa idéntica a la suya. Cicatriz igual. —Yo no estuve aquí antes… ¿o sí?
EL SOL PINTADO (ESCENA 1)
Encontró una puerta entreabierta al fondo de un corredor. Dentro, una sala con mural infantil: un sol amarillo, montañas verdes torcidas, y un niño pequeño —él— con un perro.
La inscripción decía: "Luca, 5 años. Cuando despierte, todo estará bien." Tocó el dibujo: —Yo estuve aquí antes… mucho antes… ¿verdad?
LA CINTA (ESCENAS 2-3)
Encontró un reproductor con cinta marcada: "No mirar hasta estar listo". Al presionar play, vio imágenes de sí mismo a los 5 años: globos, pastel real, su madre sonriente.
La grabación terminó con ceniza cayendo y la voz de su madre: —Te van a dormir un tiempo. Pero cuando despiertes, todo estará bien. —No lo soñé —susurró Luca.
DONDE DUERME EL SOL (ESCENAS 1-2)
Regresó al mural. Colocó el chip roto de su madre y los restos de Toby frente al sol pintado. Encendió una vela. Cantó: "Donde duerme la luz es donde voy..."
—Estoy cansado, Lía. Pero no estoy solo —dijo al silencio. El sol en la pared parecía sonreírle de vuelta.
EL DESPERTAR (ESCENA 3)
Una voz de radio interrumpió el silencio: —¿Hola? Detectamos señal en zona blanca 17-B. Luca miró hacia una ventana rota. Luz solar verdadera entraba.
—¿Es esto el despertar? —preguntó. Nadie respondió. Pero el viento movió el mural, y Luca sonrió al sol pintado por última vez.
NOTA FINAL
"Donde Duerme la Luz" es una historia sobre el peso del silencio, la compañía de lo imaginado y la resistencia de la esperanza.
En un mundo donde casi todo está roto, Luca no busca salvar el planeta. Solo quiere recordar que alguna vez fue amado, y que eso… tal vez… aún lo puede salvar.