El Niño que Construyó un Hermano: Androides y Trauma Post-Apocalíptico
EL NIÑO QUE CONSTRUYÓ UN HERMANO
Archivo IRENIA v7.3.1 - Clasificación: ULTRA
PRÓLOGO: EL JARDÍN DE CHATARRA
La Gran Nube no fue un accidente. Fue el último suspiro de una civilización que jugó a ser Dios con las mentes humanas.
Ahora, entre torres de servidores oxidados, drones muertos y hologramas rotos que aún repiten eslóganes como "Tu mente. Eterna. Descargable", sobrevive Elian, 11 años. Cabello cubierto de ceniza sintética. Solo. Pero curioso.
Su hogar es un domo hecho de pantallas publicitarias aún parpadeantes. Su único tesoro: un viejo proyector que reproduce imágenes de bosques que quizás nunca existieron.
Su verdadera obsesión: las cajas negras con el logo de ETHERA BIOSYSTEMS. Dentro, encuentra recuerdos. Enlatados. Reales. Humanos.
I. LOS OJOS DE NERO
En el Almacén 7 —una zona marcada con símbolos de advertencia y las palabras "DEFECTUOSOS / NO REUTILIZAR"— Elian encuentra una cabeza de androide. Ojos aún brillantes con un bioluminiscencia inquietante. Pupilas que parecen seguir sus movimientos. Una placa en la nuca:
Huele a vainilla sintética, como los muñecos terapéuticos de antes de la Nube. Un aroma diseñado para calmar a los niños.
Durante semanas, Elian lo reconstruye con piezas encontradas:
Cuando activa al androide, la voz no suena robótica. Suena como la de un niño real:
— ¿Eres mi… técnico de mantenimiento?
Elian parpadea, sorprendido por la naturalidad del tono.
— ¿Tienes nombre?
Los ojos del androide parpadean, procesando.
— Archivo corrupto. Solo veo... "N-ro".
Elian sonríe por primera vez en meses.
— Nero —dice, pronunciando cada sílaba con cuidado—. Serás mi hermano.
Y Nero, con un movimiento que no estaba programado, le toma la mano. La sensación es tibia. Humana. Demasiado humana.
II. LOS SUEÑOS QUE NO ERAN SUYOS
Día 3: Elian despierta por los murmullos de Nero. Se acerca y escucha:
— "No me lleven al edificio blanco… por favor…"
La voz suena diferente, más aguda, con un acento que Elian no reconoce.
Día 7: Encuentra a Nero dibujando en la tierra con un palo. El símbolo ☣️ aparece repetido. Elian no lo reconoce, pero en alguna parte de su memoria residual, ese símbolo significa Zona de Cuarentena 5.
Día 12: Nero sirve té de manzanilla en tazas de metal oxidadas, "como le gustaba a Ilen". Elian congela el gesto.
— ¿Quién es Ilen?
Nero mira sus propias manos como si no las reconociera.
— No lo sé. Lo siento.
Elian decide hackear su sistema. Con herramientas improvisadas, accede a los archivos ocultos:
Nero no debería tener estos archivos. No los cargó Elian. Entonces, ¿de dónde vienen?
III. EL INFORME IRENIA
En el módulo olvidado del sector 7-B, donde el aire huele a ozono y metal quemado, Elian encuentra una terminal semi-destruida. Tras reactivarla, aparece un archivo marcado como:
El documento describe:
Nero no es un androide con memorias. Es una antena.
La revelación golpea a Elian como una descarga eléctrica. Nero está recibiendo señales de otras mentes, otros niños que fueron parte del proyecto. Y cada noche, cuando las interferencias son mayores, esas memorias se filtran a través de él.
IV. EL TREN BLANCO
La noche del 11 de junio, Elian despierta con un sonido metálico. Nero no está en su lugar habitual. Lo encuentra de pie frente a la entrada del domo, mirando al cielo contaminado que apenas deja ver las estrellas.
— Hoy es 11 de junio —dice Nero sin volverse—. Hace ocho años me subieron al tren blanco. Mamá gritaba. Decía que era un error.
Elian siente un escalofrío. Nero nunca ha mencionado un pasado antes de su activación.
— ¿Quién eras, Nero?
El androide gira lentamente. Sus ojos brillan con una intensidad anormal.
— No soy Nero. Soy muchos. Somos los que quedamos.
Esa noche, Nero desaparece. Elian sigue un rastro de huellas digitales (¿cuándo desarrolló Nero huellas?) hasta las profundidades del vertedero principal. Allí, en lo que fue el centro de control de ETHERA BIOSYSTEMS, encuentra a Nero conectado a una torre emisora improvisada. Cientos de cables se extienden como raíces metálicas, conectando terminales muertas.
— Si las mentes pueden guardarse… también pueden enviarse —explica Nero con una voz que no es del todo la suya—. Alguien, en algún lugar, sigue escuchando.
Las pantallas muertas alrededor parpadean y se encienden una por una. Cada una muestra un rostro diferente:
Todos repiten la misma frase, en perfecta sincronía:
— Encuéntranos.
V. ELIAN-ILEN-ELIA
De vuelta en el domo, Elian desarma frenéticamente su viejo proyector. Siempre había sentido una extraña conexión con el aparato, como si contuviera algo más que imágenes de bosques.
Entre los circuitos, encuentra un chip de memoria no estándar, camuflado entre componentes innecesarios. Al conectarlo a una terminal improvisada, aparece una grabación:
Nero entra en ese momento, sus ojos brillando con lágrimas de aceite que reflejan la luz de la terminal.
— Tú no construiste un hermano, Elian —dice con una mezcla de voces superpuestas—. Te reconstruiste a ti mismo.
Las piezas encajan con dolorosa claridad:
Elian (¿es ese su nombre?) mira sus manos, preguntándose cuánto de lo que recuerda es real, cuánto fue implantado, y cuánto es solo el eco de otras mentes perdidas en el sistema.
EPÍLOGO: EL ARCHIVO QUE SE AUTODESTRUYE
Muchos años después, cuando el domo ya ha sido cubierto por la arena movediza de datos corruptos y los drones de mantenimiento dejaron de funcionar, un recolector de memorias encuentra una terminal oxidada en el sector 7-B.
Dentro, un archivo marcado como "Para cuando despierte" se activa al detectar presencia humana. Una grabación inicia:
La pantalla parpadea. Código binario se convierte en texto legible por un instante:
La terminal se apaga. El recolector, confundido, jura haber escuchado en la distancia el sonido de un tren acercándose. Pero no hay trenes funcionando desde hace décadas.
O al menos, no trenes convencionales.