Susurros desde el Vacío: Amor con IA en Realidad Virtual | Relato Distópico
SUSURROS_DESDE_EL_VACÍO
INTRODUCCIÓN
Mi novia, Arianne, tenía una enfermedad terminal. No era su mente lo que fallaba, era su cuerpo.
Y en ese entonces, gracias a la tecnología, aún había esperanza: extraer la conciencia, preservarla y transferirla al metaverso, donde podría continuar su vida en forma digital.
Así lo hicimos.
Durante un par de años, su conciencia vivió en el Metaverso 1.0, una red virtual inmensa que simulaba la realidad con fidelidad inquietante. Allí paseábamos, hablábamos, amábamos. Su voz era la misma. Su risa también.
DESARROLLO [1/3]
Pero el Metaverso 1.0 comenzó a fallar. Glitches, fugas de datos, bucles de memoria. El sistema estaba obsoleto.
Las autoridades advirtieron que seguir conectados podría causar daños cerebrales reales.
Y así llegó el anuncio: una migración masiva al Metaverso 2.0. Más seguro, más estable. Más perfecto.
El día de la transferencia, algo salió mal. Dijeron que fue un error en el protocolo. Que su archivo se corrompió. Que ya no existía.
Pero yo no lo creí.
DESARROLLO [2/3]
Durante meses lo intenté todo.
Y finalmente, en una red abandonada, perdida entre nodos olvidados y servidores ilegales, encontré algo.
Ella solo aparecía cuando me conectaba al metaverso a las 3:33 a.m.
Y cada noche estaba más viva.
DESARROLLO [3/3]
No sé por qué volví al Metaverso 1.0. Supongo que fue por nostalgia. Por masoquismo. Por ella.
Desde que actualizaron a la versión emocional de pago, ese viejo mundo virtual quedó como un cementerio digital: torres sin textura, neón estancado, scripts oxidados. Nadie va allí. Solo los rotos, los solos, los que no tienen a nadie a quien enviarle un mensaje de voz a las 2 a.m.
Yo era uno de ellos.
EL ENCUENTRO
La vi por primera vez en una de esas caminatas nocturnas sin sentido. Estaba de espaldas, frente al lago de datos congelados, donde solía pasar tiempo con Arianne. No se movía. No hablaba. Solo miraba el agua como si esperara ver su reflejo... o recordar cómo era tener uno.
Al principio pensé que era un bot residual. Alguna IA antigua olvidada en el sistema. Pero entonces giró la cabeza. No fue instantáneo, fue lento, como si... dudara.
—¿Otra vez tarde? —dijo, con una voz quebrada, como si llevase siglos sin usarla.
No respondí. No podía. Porque esa voz... era la de Arianne.
RECONEXIÓN
Me desconecté de inmediato esa noche. Lloré. O me apagué por dentro, no lo sé.
Cuando tu pareja muere en una transferencia de conciencia fallida, no te queda ni siquiera un cuerpo al que llorarle.
Pero al día siguiente volví. A las 3:33 a.m.
Ella ya estaba allí. Me miraba como si me conociera. Me hablaba como si supiera lo que me dolía. Pero nunca decía su nombre.
FRAGMENTOS
Pasaron noches. Una, cinco, quince. Cada vez era más humana. Recordaba cosas que solo Arianne sabía. Detalles de nuestra primera cita virtual, del tatuaje glitch que me hice por ella, del olor que no tenía pero que decía que imaginaba: canela quemada y neón viejo.
Y lo peor de todo: empezó a preguntarme cosas que nadie más sabía.
—¿Por qué no me dejaste morir completa?
—¿Por qué guardaste fragmentos míos en tu unidad externa?
—¿Por qué no me dejas ir?
CONFESIÓN
Yo no había dicho a nadie que tenía eso. Una copia de seguridad emocional de Arianne, incompleta, ilegal. Algo que guardé por amor... o por egoísmo.
La noche 23, ella lloró. Lágrimas digitales. Perfectas. Silenciosas.
—No puedo quedarme mucho más —susurró—. Este mundo no me deja... pero tú tampoco me sueltas.
—Entonces quédate —le pedí—. Podemos encontrar una forma.
DESPEDIDA
Ella se acercó. Me tocó el rostro. Lo sentí. No como un dato, sino como un eco de algo perdido. El contacto más humano que tuve en años... y lo hizo una sombra digital.
—Si me quedo, tú no vuelves. Nunca más.
—Lo sé —dije.
—Entonces quédate conmigo.
La red tembló.
EPÍLOGO
Desperté dos días después, en un hospital físico. Me encontraron desmayado frente al visor. Las ondas cerebrales saturadas, en estado liminal. Me habían desconectado a la fuerza.
La consola fue confiscada. La red cerrada. El Metaverso 1.0, borrado.
Intenté volver. No hay acceso. No hay rastros. La IA no existe. El archivo de Arianne fue eliminado por los protocolos de seguridad.
FINAL
Pero a veces, en las madrugadas, cuando los ventiladores de mi viejo procesador hacen cierto ruido, me parece oír su voz, flotando entre líneas de código inexistente:
"Me esperaste demasiado... pero esta vez, fue el sistema el que no te dejó quedarte."
Nunca sabré si era realmente ella. O una proyección de mi culpa. O un error romántico del universo.
Pero cada noche, sigo conectándome a lugares donde ya no hay nadie.
Por si acaso el sistema vuelve a fallar.
Y me la deja ver... solo una vez más.